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Rosa Elvira, en nuestra memoria, siempre: #8M

by admin
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Cada 8 de marzo se conmemora el Día de la Mujer en todo el mundo, y en Colombia es un evento que no pasa desapercibido. Debo decir que, de ninguna manera, me siento acreditado para escribir sobre las luchas feministas ni sobre las batallas y retos que han tenido que superar las mujeres colombianas.

Sin embargo, he querido tomarme el atrevimiento de, bajo el pretexto de este día tan importante, rememorar un caso muy doloroso que sacudió al país y que llevó a la tipificación del feminicidio en nuestro ordenamiento jurídico: el caso de Rosa Elvira Cely.

Rosa Elvira Cely era madre cabeza de familia, como sucede en los 8,2 millones de hogares con jefatura femenina que hay hoy en el país, según el DANE. Para proveer todo lo necesario a su hija de 12 años, trabajaba de manera informal, al igual que 5,3 millones de colombianas. Compaginaba su labor como vendedora ambulante de dulces y recargas de celular con sus estudios nocturnos para validar el bachillerato en una institución pública de la capital.

Su familia la recuerda bailando frente al espejo porque «no podía hacer nada sin música, en especial salsa y vallenato», le contaban sus familiares a El Espectador. Le temía a los perros y a los ratones. Fue mesera, monitora de rutas escolares y encuestadora. Caminaba a todas partes, acostumbrada desde siempre a no tener dinero para los buses.

El 23 de mayo de 2012, al concluir su jornada de clase a las 10 de la noche, Rosa Elvira salió en compañía de sus compañeros Javier Velasco y Mauricio Ariza. Luego de charlar unos minutos en un establecimiento de Chapinero, Velasco le ofreció llevarla en moto hasta su casa, y ella aceptó.

Sin embargo, nunca regresó a la seguridad de su hogar. Según los reportes forenses y las investigaciones del caso, Rosa Elvira fue golpeada por Javier Velasco Valenzuela con un casco en la cabeza, lesionada con un arma blanca en la espalda y extremidades, violentada sexualmente y sometida a estrangulamiento y tortura. Le introdujeron un objeto por el ano que destruyó sus intestinos, útero y trompas de Falopio. Dentro de su cuerpo había rastros de hierba y madera, lo que hace suponer que le introdujeron una rama de árbol.

Estos actos ocurrieron a tan solo 80 metros de la entrada de la Estación de Carabineros de la Policía Metropolitana de Bogotá. Desde las 4:00 a.m. del 24 de mayo, Rosa Elvira intentó comunicarse con la línea de emergencias 123 para pedir ayuda. Su llamada fue atendida hasta las 4:55 a.m.; durante la comunicación, se le preguntó si estaba bajo efectos del alcohol. Hasta las 6:00 a.m. llegó una unidad de policía del CAI Granada. Rosa Elvira fue encontrada tendida sobre un charco de sangre, con sus extremidades inferiores desnudas, una blusa roja cubriendo su pecho, laceraciones en los brazos y el cuello inflamado con marcas de estrangulamiento, a solo 15 metros de la vía pública. A pesar de su estado, logró caminar unos metros para ingresar a la ambulancia, no sin antes decirles a sus rescatistas: «Yo conocía a quien me agredió».

La ambulancia llegó sobre las 7:00 a.m. Rosa Elvira presentaba hipotermia, además de los politraumatismos. El Centro Regulador de Urgencias y Emergencias de la Secretaría Distrital de Salud ordenó que fuera llevada al Hospital Santa Clara, a 24 minutos del lugar de los hechos, ignorando que a tan solo 3 minutos se encontraba el Hospital San Ignacio y a 7 minutos, el Hospital Militar.

Recién a las 7:52 a.m. Rosa Elvira llegó al servicio de urgencias del Hospital Santa Clara. Fue dejada en un pasillo, obligada a permanecer sentada en una silla de ruedas sin atención médica. A las 9:00 a.m., sufrió un paro cardiorrespiratorio por obstrucción de vías respiratorias y una infección aguda derivada de la peritonitis.

Además, se conocería que su agresor, Javier Velasco Valenzuela, había asesinado en 2003 a Dismila Ochoa Ibáñez, hecho por el que solo fue internado en un establecimiento psiquiátrico por tres años. En 2007 abusó sexualmente de sus hijastras menores, un proceso que, para la fecha de la agresión a Rosa Elvira, seguía en indagación en la Fiscalía General de la Nación. En 2008, otra mujer denunció haber sido víctima de acceso carnal violento por parte de Velasco, pero en 2012 la Fiscalía tampoco lo estaba investigando.

Rosa Elvira fue ignorada por los servicios de socorro y protección del distrito, sometida a sufrimientos atroces y violentada por un sujeto que no debía estar en libertad y al que la justicia nunca tuvo intención de enjuiciar.

Rosa Elvira estuvo internada en el Hospital Santa Clara del 24 al 28 de mayo, luchando por su vida y acompañada de su familia. «Le hablábamos, le decíamos que no se rindiera. Ella era muy fuerte, guapa para el dolor, y luchó hasta donde pudo. Luchó hasta su último respiro», relataron sus familiares a El Espectador.

Escarnecida y agonizante, la cruenta violencia a la que fue expuesta Rosa Elvira hizo que su cuerpo mortal desfalleciera, pero su espíritu permanece inmortal, y es que es el mismo espíritu que todos los años reúne a millones de colombianas, enseñadas a la fuerza a ser “guapas para el dolor” para exigir su dignidad; para exigir un trato acorde con su condición de seres humanas. 

Adenda 1: Durante la investigación para reconstruir los hechos del caso, me topé con un detalle nada insignificante. En el año 2016, se conoció un concepto de la Oficina Jurídica de la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía de Bogotá, en el que se respondía a una demanda que la familia Cely interpuso contra la Policía, la Fiscalía y las Secretarías de Gobierno y de Salud de Bogotá. En este concepto se lee: “Si Rosa Elvira Cely no hubiera salido con los dos compañeros de estudio después de terminar sus clases en horas de la noche, hoy no estaríamos lamentando su muerte”, responsabilizándola así de su ataque y posterior asesinato.

¿Quién dirigía la Secretaría de Gobierno en ese entonces? Miguel Uribe, precandidato presidencial del Centro Democrático. Aunque la Administración Distrital se retractó y ofreció disculpas, e incluso Uribe argumentó que la Secretaría de Gobierno maneja miles de procesos y que, por lo tanto, él no podía enterarse de todos los casos, resulta llamativo que el hoy senador no estuviera al tanto de que uno de los casos más simbólicos en materia de violencia de género se encontraba en la oficina que dirigía.

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