El ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, presentó su carta de renuncia este miércoles por solicitud directa del presidente Gustavo Petro, en medio del escándalo de corrupción que envuelve a la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD). La decisión, cargada de controversia, se da tras semanas de tensión política y señalamientos que ponen en jaque la estabilidad del Gobierno.
Bonilla, quien había asumido como jefe de la cartera económica en mayo de 2023, optó por apartarse del cargo afirmando que su renuncia es necesaria para asumir su defensa como ciudadano ante las investigaciones que lo señalan. En su carta de dimisión, el ahora exministro aseguró: “No compré silencios, ni votos de congresistas, ni cupos indicativos, ni cometí delito alguno en provecho personal”. Asimismo, destacó que deja el ministerio con unas finanzas públicas sólidas y estabilidad fiscal.
Un episodio más en la crisis política del Gobierno de Petro
La renuncia de Ricardo Bonilla es un golpe simbólico para el gabinete de Gustavo Petro, quien había mostrado una fuerte confianza en su capacidad técnica y política desde el inicio de su administración. Sin embargo, el presidente expresó públicamente en su cuenta de X que le pidió dar un paso al costado por las circunstancias en que se encuentra su Gobierno. Según Petro, Bonilla cometió un error de “ingenuidad académica” al confiar en funcionarios de la línea política de Álvaro Uribe, lo que habría generado problemas en la ejecución del presupuesto.
En su extenso mensaje en X, Petro afirmó que el Congreso extorsiona y chantajea a los ministros de Hacienda, presentando una narrativa en la que señala que las estructuras heredadas del gobierno de Duque aún obstaculizan la implementación de su plan de gobierno. “Desobedeció mi indicación de no confiar en los funcionarios uribistas del Ministerio de Hacienda, que nos hicieron trampas desde el principio”, escribió el mandatario, refiriéndose a acciones como el uso del presupuesto para cubrir el déficit de gasolina del gobierno anterior o la falta de recursos para proyectos de educación pública.
Este escándalo no solo afecta a Bonilla, sino que plantea interrogantes sobre el manejo político de las carteras clave del Ejecutivo, así como las tensiones internas y externas que enfrenta la administración de Petro. La dimisión se suma a una cadena de desafíos que han marcado el segundo año de su mandato, incluyendo divisiones en el Congreso, problemas de gobernabilidad y la lucha contra la corrupción.
La carta de Bonilla: renuncia con “la frente en alto”
En su carta de renuncia, Ricardo Bonilla defendió su gestión como ministro, subrayando que no tiene nada que ocultar y que confía en que podrá demostrar su inocencia en las investigaciones. “Dije siempre que respeto el trabajo de la Fiscalía y que no usaría mi cargo en el gabinete para defenderme”, declaró. Su mensaje deja entrever una crítica hacia las dilaciones y presiones externas que afectan la ejecución de las políticas públicas en el país.
A pesar del escándalo, Bonilla destacó los logros en materia fiscal durante su gestión, señalando que las finanzas del país están en buena salud a pesar de los retos económicos internos y externos. “Hago votos porque su gobierno del cambio consolide el inicio de una Colombia nueva con más inclusión y menos desigualdad”, escribió en un gesto que, aunque formal, deja claro que su renuncia no está exenta de tensiones personales y políticas.
Su salida representa una pérdida significativa para el equipo de gobierno, ya que Bonilla era visto como uno de los artífices de la estabilidad fiscal en medio de un contexto internacional complejo y un panorama político interno convulso.
¿Qué sigue para el Ministerio de Hacienda y el Gobierno Petro?
La renuncia de Bonilla pone al Gobierno en una posición delicada. El presidente deberá designar a un nuevo titular de Hacienda en un momento en el que el país enfrenta presiones económicas, demandas sociales y una creciente incertidumbre política. Además, la renuncia llega en medio del escándalo de la UNGRD, que ha salpicado a varias entidades del Gobierno y ha puesto bajo la lupa los cupos indicativos, recursos de inversión aprobados por el Congreso.
El reto para el próximo ministro de Hacienda será enorme: reconstruir la confianza en la administración, mantener la estabilidad fiscal y garantizar la ejecución del presupuesto en línea con los objetivos del programa de Petro. Todo esto mientras enfrenta un Congreso que, según el propio presidente, opera bajo una lógica de chantaje y extorsión.
La renuncia de Ricardo Bonilla también genera interrogantes sobre la solidez del gabinete de Petro y la capacidad del mandatario para enfrentar las crisis internas. Con esta salida, el Gobierno pierde a un aliado clave en la formulación y ejecución de sus políticas económicas, en un momento en el que necesita consolidar su visión de una “Colombia del cambio”.
La pregunta ahora es: ¿será capaz el presidente de designar a un sucesor que no solo gestione la economía con acierto, sino que también logre navegar las aguas turbulentas de la política colombiana actual?
