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La periodista Laura Ardila se atrevió a descifrar el complejo tablero político colombiano de cara a las elecciones presidenciales de 2026, donde han emergido figuras hasta hace poco desconocidas a nivel nacional, pero determinantes en el ajedrez del poder regional.
Euclides Torres, Alfredo Deluque, Erasmo Zuleta, los hermanos Díaz Mateus, y Julián Bedoya son nombres que, aunque no resonan a nivel nacional, ejercen un control crucial sobre el destino político de sus respectivas regiones.
Las regiones definirán las elecciones presidenciales de 2026
En el Atlántico, Euclides Torres, empresario convertido en político, ha tejido una red de influencia que ha crecido exponencialmente bajo el gobierno de Gustavo Petro.
Desde sus raíces en la Alcaldía de Puerto Colombia, los Torres han diversificado su influencia con incursiones en el alumbrado público y el Congreso.
Sin embargo, su verdadero poder se consolidó con el apoyo económico a la campaña de Petro, obteniendo incluso una curul adicional en el Congreso a través del Pacto Histórico.
Torres, además, se ha posicionado como un gigante en el sector de las energías renovables, negociando contratos millonarios con el gobierno de Petro en un claro desafío al tradicional Clan Char, aunque paradójicamente mantienen alianzas locales.
En el departamento de La Guajira, Alfredo Deluque ha heredado y consolidado el poder político de su padre, Hernando Deluque. Desde su posición como congresista desde 2010, Deluque ha construido un imperio político local, aliado con figuras como Nemesio Roys.
Controla la gobernación, la mayoría de las alcaldías y una presencia significativa en el Congreso, lo que lo convierte en un actor indispensable para cualquier estrategia electoral en la región.
En Santander, la saga de los Díaz Mateus domina la política regional. Juvenal, Luis e Iván Díaz Mateus han consolidado una maquinaria política que se fortaleció significativamente tras el declive del Clan Aguilar.
Juvenal, en particular, se ha erigido como gobernador, respaldado por una coalición de partidos tradicionales y una red de influencia que abarca desde la capital hasta los municipios más pequeños. Su alianza estratégica con los intereses conservadores y el petrismo les asegura una influencia continua en la región.
En Córdoba, Erasmo Zuleta Bechara ha emergido como el sucesor de los Ñoños, desmantelando su influencia para erigir la suya propia. Desde sus inicios como representante a la Cámara, Zuleta consolidó su poder al obtener la gobernación bajo el Partido de la U, respaldado por una red de maquinarias locales que incluyen a Musa Besaile.
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Controla una abrumadora mayoría de alcaldías, la Corporación Ambiental CVS y ejerce influencia sobre la fiduprevisora, un jugoso botín burocrático.
En Antioquia, Julián Bedoya representa una nueva cara en la política regional, buscando renovar un paisaje político dominado por figuras tradicionales.
Aunque no logró la gobernación, su influencia se extiende a unas 20 alcaldías, reforzada por alianzas estratégicas con figuras como el senador Carlos Trujillo y el propio presidente Petro.
La ministra de vivienda, Catalina Velasco, fue nombrada por recomendación directa de su grupo político, demostrando su influencia en la política nacional.
En Caldas, Mauricio Lizcano se ha consolidado como un cacique regional bajo el ala del presidente Petro. Desde su posición como ministro de Estado y líder del partido ‘Gente en movimiento’, Liscano ha fortalecido su influencia, manteniendo la gobernación y varias alcaldías clave en la región. Su capacidad de adaptación política, desde el uribismo hasta el petrismo, lo ha convertido en un jugador crucial en la política local y nacional.
En Sucre, Héctor Olimpo Espinosa ha demostrado ser un hábil estratega político, consolidando su poder tras una exitosa gestión como gobernador. Su red de influencia se extiende a órganos de control, alcaldías clave y una coalición mayoritaria en la Asamblea. La alianza con el cuestionado alcalde de Sincelejo, Yair Acuña, ha fortalecido su posición, asegurando una presencia sólida en la política.
Estos nuevos caciques políticos, aunque desconocidos para muchos a nivel nacional, representan una fuerza determinante en la política colombiana. Su capacidad para movilizar votos y manejar burocracias locales los convierte en actores cruciales para definir el futuro político del país en las elecciones venideras.
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