Donald Trump ha sido elegido nuevamente como presidente de Estados Unidos, logrando un segundo mandato tras vencer a la demócrata Kamala Harris en las elecciones del 5 de noviembre. En su tercera contienda electoral, el magnate y expresidente superó todas las expectativas, posicionándose como el líder de una nación polarizada que aún lidia con los efectos de sus pasadas políticas y el legado de su primera administración.
Con 78 años, Trump llega nuevamente a la Casa Blanca, una hazaña poco común en la política moderna estadounidense. Esta victoria no solo representa el resurgimiento de una figura polarizadora, sino también un intento por consolidar un movimiento que ha redefinido al Partido Republicano y que, con el lema “Make America Great Again”, ha resonado con un segmento de la población estadounidense que ve en Trump una defensa contra el avance de lo que llaman la “globalización desenfrenada”.
Un renacer político que pocos anticiparon
El triunfo de Trump ha sorprendido a muchos analistas. En 2021, tras ser derrotado por Joe Biden y dejar la presidencia bajo una nube de controversias que incluyeron el asalto al Capitolio, pocos creían que podría volver a postularse. Sin embargo, Trump ha logrado sobreponerse a varios desafíos legales y personales, reconstruyendo una imagen en torno a una narrativa de lucha contra el «establishment» político de Washington. A pesar de que las encuestas en anteriores elecciones no siempre le favorecieron, en esta ocasión se mostraron más optimistas sobre sus posibilidades, debido a su apoyo firme en la base republicana y su retórica dirigida a los sectores que se sienten marginados por las élites.
Desde el 2021, Trump aprovechó cada oportunidad para fortalecer su conexión con los votantes. Su campaña se centró en temas de economía y seguridad, en un contexto en el que la población se mostraba preocupada por la inflación, la inmigración y la percepción de una pérdida de influencia de Estados Unidos en el escenario internacional. Kamala Harris, por su parte, luchó por mantener la alianza de la coalición demócrata, pero la falta de consenso en temas clave debilitó sus posibilidades en las urnas.
Una figura que trasciende la política tradicional
Trump, hijo de una familia de origen alemán y empresario de bienes raíces, empezó su carrera política en 2015 en un movimiento que fue tomado a la ligera por muchos miembros de la clase política tradicional. Para sus simpatizantes, Trump representa al ciudadano común que se atreve a desafiar el sistema, un empresario exitoso que, desde su programa de televisión “The Apprentice”, se había convertido en un rostro familiar en la cultura popular estadounidense.
Con una campaña basada en el nacionalismo y el rechazo a las élites globalistas, Trump fue electo presidente en 2016 tras derrotar a Hillary Clinton. Este triunfo inicial fue impulsado por un electorado mayoritariamente blanco y de clase trabajadora que creía en su promesa de “hacer a América grande otra vez”. Su propuesta de construir un muro en la frontera con México y renegociar tratados comerciales fue clave para captar la atención de una base conservadora que sentía que sus intereses no eran representados por los políticos de carrera.
Durante su primer mandato, su estilo disruptivo y su política exterior agresiva, incluida la guerra comercial con China, consolidaron el “trumpismo” como un fenómeno que trascendió las fronteras de Estados Unidos, inspirando movimientos similares en otros países. Esta ideología ha sido adoptada por diversos sectores de la derecha populista en el mundo, incluyendo países de Europa y América Latina.
Las implicaciones de un segundo mandato
La victoria de Trump también tiene implicaciones legales y políticas. Su regreso a la Casa Blanca le da un respiro frente a los numerosos casos judiciales en su contra, algunos de los cuales involucran acusaciones de corrupción y obstrucción a la justicia. Estos casos han sido tema recurrente durante su campaña, y Trump ha argumentado que las investigaciones son una maniobra para evitar que volviera al poder.
Con su regreso, se espera una administración marcada por el estilo directo y confrontacional que caracterizó su primer mandato. Se anticipan cambios en la política migratoria, una postura más proteccionista en comercio exterior y un fortalecimiento de las alianzas con sectores conservadores tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, esta vez Trump deberá enfrentar un Congreso posiblemente dividido, con sectores demócratas decididos a evitar que el país tome un giro más radical hacia la derecha.
En cuanto a la política internacional, es probable que su administración busque consolidar una postura nacionalista y de firmeza frente a potencias rivales, como China y Rusia, al tiempo que reducirá la participación de Estados Unidos en organizaciones multilaterales. Trump ya ha manifestado en varias ocasiones que su interés radica en priorizar los intereses de Estados Unidos sin comprometerse con agendas globales que considera perjudiciales.
¿Qué le espera a Estados Unidos bajo el liderazgo de Trump?
Con el “trumpismo” nuevamente en la Casa Blanca, Estados Unidos entra en una etapa de alta incertidumbre política. ¿Logrará Trump cumplir sus promesas de campaña y fortalecer su movimiento, o enfrentará un Congreso y una oposición que obstaculicen sus propuestas? Los desafíos en política exterior, economía y seguridad nacional prometen mantener ocupada su administración en los próximos años. Además, con las controversias legales aún pendientes, el segundo mandato de Trump podría ser tan o más polémico que el primero.
Lo que queda claro es que su regreso ha revitalizado un movimiento que no solo influye en la política estadounidense, sino que también continúa afectando los debates ideológicos en todo el mundo.